Las mujeres son activas usuarias y contribuyentes de la llamada economía colaborativa

¿Es segura la economía colaborativa para las mujeres?

¿Es necesario que la economía ‘colaborativa’ preste más atención a la seguridad, especialmente en el caso de las mujeres?

La seguridad es la mayor preocupación para las mujeres que viajan solas o en compañía de otras mujeres. ¿Están preparadas las empresas de turismo colaborativo para afrontar agresiones?

Hace unos años, varias cadenas hoteleras internacionales lanzaron las ‘habitaciones para mujeres’ pensando, fundamentalmente, en ejecutivas. La oferta se basada en detalles específicos para un público femenino: desde amenities o secadores de pelo especiales hasta decoración floral y servicios de spa o belleza. Querían hacerlas sentir más cómodas y seguras.

Más allá de estas cuestiones estéticas, algunas plataformas de economía ‘colaborativa’ han decidido desarrollar un producto específico de mujeres y para mujeres con el objetivo de generar la suficiente confianza entre anfitrionas y huéspedes y eludir la inseguridad que algunos incidentes han producido entre –sobre todo- las usuarias de este tipo de oferta de alojamiento. La plataforma de alquiler colaborativo Overnight, por ejemplo, ha lanzado una opción sólo para mujeres en colaboración con la red de viajeras Gilrs Love Travel, que tiene más de 350.000 miembros en Facebook.

Pero no parece que la seguridad sea una cuestión que preocupe en exceso a otros ‘gigantes’ del turismo ‘colaborativo’, que siguen basando sus ofertas en las recomendaciones de los usuarios y la información que propietarios y demandantes dan de sí mismos en sus webs. Ninguna de las empresas entrevistadas para este reportaje cuenta o considera necesario un servicio de estas características. Otras, como Join Up –que proporciona servicio de taxis a empresas- explican que no segmentan a sus clientes por sexos.

Economía colaborativa en femenino

Las mujeres participan activamente en las empresas de ‘economía colaborativa’. Al margen del sector de la moda, el del viaje cuenta con un alto índice de usuarias, tanto entre las demandantes como entre las ofertantes. En Airbnb, por ejemplo, la mitad de los usuarios –anfitriones y huéspedes- es femenino. En España, esa media asciende al 54% según datos facilitados por la empresa. El 47% de los usuarios de la empresa de intercambio Coachsurfing –creada en 2004 en San Francisco- también son mujeres, atendiendo a su web. Amovens –servicio de alquiler de coches compartidos- nos explica que “el 40% de la comunidad de viaje compartido son mujeres, y la franja de edad más activa es de 24 a 35 años”.

La preocupación por la seguridad

Hay muchos factores –individuales y colectivos- que influyen en la valoración de la seguridad a la hora de compartir espacios reducidos como un piso o un coche con desconocidos. Desde la importancia que cada uno le da a su espacio privado, y la facilidad con la que está dispuesto a compartirlo, hasta la educación que haya recibido en materia de confianza y seguridad personal, el entorno en el que haya crecido o los acontecimientos que haya experimentado.

La realidad deja de manifiesto que sí se producen casos de violaciones y acoso entre usuarios de ‘turismo colaborativo’ aunque, teniendo en cuenta el número total de clientes de estos servicios (más de un millón de personas en todo el mundo cualquier noche en el caso de Aibnb), no se trata de una tendencia generalizada. Entre febrero de 2015 y febrero de 2016 Uber registró –según los datos publicados por el diario The Sun– 32 denuncias a sus conductores en Londres, una ciudad en la que esta rempresa ha realizado -desde junio de 2012- cerca de 20 millones de traslados.

Cuestión de confianza personal

Desde Airbnb nos explican que su política de tolerancia cero pasa por los talleres de seguridad para mujeres en ciudades de Europa y Estados Unidos, la colaboración con asociaciones y grupos de prevención nacionales y regionales y la eliminación de espacios para el anonimato, de manera que anfitriones e invitados puedan conocer sus perfiles con antelación. “Estas opiniones mutuas son el fundamento de la confianza en la comunidad”, apuntan. Además, los portavoces de Aibnb consultados ensalzan que “tenemos un sistema de detección de riesgos en tiempo real que utiliza el aprendizaje automático y el análisis predictivo, evaluando de forma instantánea cientos de señales de riesgo para detener muchos problemas antes que aparezcan”.

Amovens también “es una comunidad que se basa en la confianza entre usuarios, con un sistema de valoraciones y comentarios, el cual ayuda a conocer a tus compañeros de viaje incluso antes de empezarlo”. Para sus responsables en España “la mayor seguridad son los comentarios y valoraciones de otros usuarios”. Por el momento no han registrado ningún incidente relacionado con la seguridad y no disponen de un producto específico para mujeres pero “siempre estamos innovando y adaptándonos a lo que nos pide la comunidad”.

Muchas plataformas de economía colaborativa de alojamiento y transporte ofrecen consejos de seguridad en sus webs, como la de esperar al conductor en un espacio cerrado y no en la calle, confirmar que se trata del vehículo correcto o hacer caso de la intuición y llamar a emergencias en caso de percibir algún riesgo. Pero a veces, la información que facilitan las plataformas está filtrada, de manera que el usuario sólo puede ver comentarios positivos. Es el caso de Uber, donde, según publicaba recientemente eldiario.es, quien solicita uno de sus vehículos sólo recibe las últimas cinco mejores valoraciones, “privando al pasajero de conocer las malas experiencias de otros”. 

Reacciones morales y legales

Pero tan importante como la prevención es la reacción ante los casos efectivos de violencia sexual o psicológica o frente al acoso que algunas usuarias dicen haber padecido tras compartir su teléfono personal con compañeros de viaje.

En España se han producido dos casos de acoso en ‘alojamientos colaborativos’ que han dado mucho que hablar: el de la presunta violación de un joven cuya madre dice no haber recibido ninguna ayuda por parte de los responsables de Airbnb al contactar con ellos para hacerles saber que su hijo estaba en peligro y el de dos turistas estadounidenses violadas por su anfitrión –al que denunciaron al día siguiente- que también intentó chantajearlas con las fotografías y vídeos que había grabado. “Cuando detectamos un comportamiento potencialmente preocupante”, explican desde Airbnb, “tomamos un conjunto de acciones dependiendo de la gravedad, desde solicitar información adicional, como una identificación del gobierno o una verificación de la tarjeta de crédito, hasta la eliminación de usuarios de la plataforma.” Axa es la empresa aseguradora de la compañía Blablacar pero, preguntada por este medio acerca de los seguros para las empresas de turismo ‘colaborativo’, la compañía francesa ha declinado participar aduciendo que “hay poca tela que cortar”.

¿Es suficiente?

¿Basta con confiar la seguridad en los usuarios y colaborar en talleres y seminarios o con eliminar a usuarios conflictivos de las plataformas? ¿Son realmente eficaces los filtros establecidos en las webs y en las redes sociales vinculadas a estos servicios?

Como en otros aspectos de la economía ‘colaborativa’, la responsabilidad en materia de seguridad adolece de un cierto vacío legal al que tampoco benefician las distintas legislaciones nacionales o el hecho de que las personas damnificadas estén de paso en los destinos, lo que complica que conozcan los contactos de las policías locales o les impida estar presentes durante el proceso judicial que una denuncia pueda poner en marcha. Además algunos expertos señalan que si las empresas se limitan a hacer de intermediarios, su responsabilidad legal se diluye.

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