El Pozo de San Juan Macías, un vídeo sobre Ribera del Fresno

San Juan Macías de Ribera del Fresno: historia de uno de los santos más queridos de América

La historia de San Juan Macías surge en Ribera del Fresno, un pequeño pueblo en Badajoz que hoy bien podría figurar entre los sitios para visitar en Extremadura. De allí partió el joven pastor rumbo a América, donde llegó a ser uno de los santos católicos más importantes y queridos de Perú junto a Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres. La memoria de San Juan Macías en Ribera del Fresno sigue viva, como se puede comprobar en dos enclaves: el pozo de San Juan Macías, a las afueras de la localidad, y la capilla de San Juan Macías, ubicada en el casco histórico, donde parece que estuvo situada la casa familiar, en la que él nació en torno al año 1.585.

Agradecimientos: Finca Villa Juan, Europcar, viajarextremadura.com, Juan Francisco Llano.

Historia de San Juan Macías

Entre tierras rojas y olivos nudosos, alejado del cogollo encalado que es Ribera del Fresno, se encuentra el Pozo de San Juan Macías, un discreto pero bonito lugar de peregrinación, desde el que también parten numerosas rutas de senderismo y de bicicleta de montaña y donde, todos los años, se celebra una romería en honor a San Juan Macías, uno de los santos peruanos más importantes y queridos, extremeño de nacimiento y perteneciente a la Orden de los Dominicos, de gran peso en la Historia de Lima y de Perú entero.

Dicen que aquí, en este pozo entre huertos, el joven Juan, Macías de sobrenombre por el apodo con el que se conocía antaño a los pastores que cuidaban el ganado en estas tierras, “las Macías”, rescató con vida a un cerdo extraviado gracias al poder de la oración. El templete, cariñosamente conocido por los ribereños como “El Pocito”, fue construido en los años 60 del siglo XX, aunque la canonización de San Juan Macías no tuvo lugar hasta 1.975, durante el pontificado de Pablo VI.

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San Juan Macías llega a Perú

Pero la caridad y la entrega a los demás de San Juan Macías llegaron mucho más lejos. En 1.605, Juan decide embarcarse rumbo a América donde, tras varias idas y venidas, se establece en Lima. Allí entra en la Orden de los Dominicos, donde desarrolló una importante su labor social, ayudando siempre a los pobres y hambrientos. Su figura, junto a las de sus contemporáneos San Martín de Porres, cariñosamente conocido como Fray Escoba, y Santa Rosa de Lima, es muy venerada en todo Perú. Los tres santos son tan importantes que visitar sus santuarios es una de las mejores cinco cosas que hacer en Lima.

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Pozo y capilla de San Juan Macías

El Pozo de San Juan Macías, en la finca del Valle Garzón, en Ribera del Fresno, es, como mostramos en el vídeo reportaje con el que comienza este artículo, un lugar muy venerado pero también muy transitado en el día a día por andarines y agricultores, que se acercan a él para descansar, encontrarse y beber el agua fresca que todavía sale de su caño, no en vano ésta es conocida como Tierra de Barros, famosa por sus cultivos y por el papel que desempeña en el desarrollo del enoturismo en Extremadura y  su Denominación de Origen Ribera del Guadiana. De hecho, hay muchos lugares de interés en los alrededores de Ribera del Fresno.

En el casco histórico de Ribera del Fresno se encuentra la Capilla en honor de San Juan Macías. El lugar escogido coincide con aquel en el que estuvo la casa familiar y donde parece que él nació en el año 1.585. Muy cerca de esa Capilla de San Juan Macías se ubica el hotel con encanto Finca Villa Juan, el lugar ideal en el que dormir si quieres conocer Tierra de Barros y visitar el Pozo de San Juan Macías.

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Meléndez Valdés y Ribera del Fresno

Pero además de San Juan Macías, Ribera del Fresno tiene otro hijo insigne; el jurista, poeta y político Juan Meléndez Valdés. Viajero incansable, estudió en Salamanca y ejerció de juez de Corte y canciller en Valladolid y Madrid, entre otros puestos, aunque también vivió en Medina del Campo o Zamora. Poeta premiado y reconocido en su momento, su alineación con el gobierno de José I, alias Pepe Botella, le valió el exilio en Francia, donde tampoco paró quieto: Toulose, Montpelier, Nimes, Alès y, finalmente, Montauban, donde falleció. Pero ni después de muerto, Juan Menéndez Valdés descansó. Sus restos fueron trasladados a Madrid y enterrados, primero, en el amago de Panteón de Hombres Ilustres que se impulsó en 1837, y, posterior y definitivamente, en el Cementerio de la Sacramental de San Justo, San Millán y Santa Cruz, en Madrid, junto al camposanto de San Isidro, dos de los imprescindibles en cualquier guía de cementerios de Madrid. Allí descansan, también y por cierto, otros grandes de las letras españolas (Larra, Espronceda, Bretón de los Herreros) y mujeres tan singulares como Anita Delgado, la maharaní de Kapurtala inmortalizada por Javier Moro en su novela Pasión India.

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