Rondeño de nacimiento y cordobés de acogida, el genial Abbás Ibn Firnás (810-887) no dejaba de mirar hacia arriba. Escribía versos pero también inventaba clepsidras, unos curiosos relojes de agua que egipcios, griegos y romanos utilizaban cuando el sol desaparecía. Filósofo y químico, Abbás Ibn Firnás fue, sobre todo, un apasionado de la aeronaútica y la astronomía, el inventor del paracaídas y, también, el primer hombre pájaro del que hay constancia.Decimos que fue andaluz, aún cuando en su momento la Andalucía que hoy conocemos no existía. Él nació en el Emirato Omeya de Al Andalus.
Abbás Ibn Firnás creó una esfera armilar –que es un astrolabio esférico en el que se representa el sistema solar- y un planetario, aplicó novedosos estudios astronómicos y, finalmente, quiso tocar el cielo. A los 42 años (que ya eran unos cuantos para la época) se tiró desde el alminar de la Mezquita de Córdoba, agarrado a una lona que amortiguó su caída. Dicen que ése puede considerarse el primer paracaídas del que hay constancia.
A los 65, Abbás Ibn Firnás cambió la tela por una especie de alas que le sirvieron para “planear” durante unos cuantos segundos, todo un éxito teniendo en cuenta las circunstancias y los nulos precedentes que, sin embargo, no evitaron que el aterrizaje fuera más que forzoso: dos piernas rotas y un chaparrón de críticas.
Hoy, aunque no es no demasiado conocido, hay un puente sobre el Guadalquivir que lleva su nombre, cuyo diseño está inspirado en esas alas con las que se adelantó al mismísimo Leonardo. También hay un cráter de profundidad desconocida en la cara oculta de la luna que se llama Abbás Ibn Firnás y una asociación astronómica sevillana.
¡Por cierto! Los paracaídas se mejoraron durante el siglo XVIII gracias a algunos inventores excéntricos, aunque los mayores impulsos tuvieron lugar durante las dos Guerras Mundiales, especialmente la Segunda, dado que en la Primera -cuando, por ejemplo, se desarrollaron los tanques o las armas químicas- se consideró un sistema poco honroso de huida y ataque.
