El jamón momificado de la taberna centenaria

Historia y curiosidades de la taberna El Gorrión de Jaén

Tapear en Jaén obliga a visitar una de las tabernas centenarias más curiosas de España: El Gorrión, en la Calle del Arco del Consuelo. La Taberna El Gorrión de Jaén está considerada Sitio de Interés Cultural y Turístico. A muchos nos produce cierta satisfacción comprobar que quedan tabernas de toda la vida, de viejo, de esas con mostrador de mármol o zinc y taburetes de madera, donde la tapa sigue siendo tapa, el vino, vino y el mandil, mandil. Será la nostalgia del errante, que a veces se refugia en esos escondites por los que el tiempo (casi) no pasa.

La taberna El Gorrión de Jaén

Terminar un ensayo sobre la I Guerra Mundial y plantarse en Jaén, todo en uno. “Sí, El Gorrión”, sonríe la recepcionista, “es muy conocido, pero, ¿se puede creer que siendo de aquí de toda la vida, nunca he ido?”. Libros: excelentes guías de vida y viajes. En este caso, además, La Primera Guerra Mundial para escépticos lo firma un jienense, el escritor Juan Eslava Galán, autor de varios libros sobre Jaén: Los castillos de Jaén, Otro Jaén o Las rutas del olivo en Jaén.

El Gorrión, taberna centenaria a la venta

El Gorrión de Jaén, lo fundó Don José María López Cruz, conocido con ese apodo, “el gorrión”. Los chatos de vino con la marca “el gorrión” llevan sirviéndose en Jaén desde 1888. Al principio lo hicieron en el local que hay enfrente del actual, sito en el estrecho callejón la Calle del Arco del Consuelo, que se acaba casi cuando empieza. A fecha de mayo de 2017, El Gorrión está a la venta -negocio y edificio de 103 metros cuadrados- por razones de salud.

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El jamón momificado de la taberna El Gorrión

A quien no le baste lo añejo de las paredes de la Taberna El Gorrión de Jaén, ni la alcurnia de su parroquia histórica o las cuentas de tiza que se hacen junto al plato, que se quede con la historia de su jamón, momificado e indultado, algunos dicen que por culpa de una mujer bellísima y otros, por una apuesta hecha en el verano de 1914 en la que los tertulianos de entonces se lo apostaron a ver si la guerra que por entonces comenzaba (la Primera Guerra Mundial, aunque eso, entonces, no lo sabía nadie) terminaba en un mes o para Pascuas de ese año… Como al final la Primera Guerra Mundial terminó en 1918, la merienda prevista prescindió de la pata, que para entonces se había quedado como la vemos hoy, menguadita y tiesa.


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