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Cuál es el origen del castellano

Dónde nació el castellano y cuáles fueron los primeros escritos en castellano.

Aunque a día de hoy es imposible determinar con exactitud dónde y cuándo nace una lengua, la tradición señala que San Millán de la Cogolla es donde nació el castellano. Esto se debe a la confluencia de varios factores. Por un lado, la vinculación de los monasterios de Yuso y Suso con las llamadas Glosas (o ‘diccionarios’) Emilianenses, que serían algo así como los primeros intentos por traducir al romance unos textos escritos en latín, un proceso que en realidad llevó siglos y que no se produjo en un sólo lugar; por eso hay otras glosas también importantes vinculadas a otros lugares. El segundo factor por el que hoy decimos que la cuna del castellano está en San Millán de la Cogolla es que allí se encontró el Códice 46, un protodiccionario fundamental para comprender las primeras traducciones del latín a diferentes lenguas romances de varios lugares de Europa. -Entre esas lenguas romances, el castellano pronto destacó y evolucionó de forma independiente. entre la que el castellano pronto destacó y evolucionó de forma independiente. Javier García Turza, profesor titular de Historia Medieval de la Univesidad de La Rioja nos desvela algunas claves de qué son las Glosas Emilianeses y por qué hoy decimos que San Millán es la cuna del castellano.

Dónde nació el castellano

Para entender dónde nació el castellano hay que situar la transformación del latín en diferentes lenguas romances, la singularidad del castellano entre todas ellas y el papel fundamental que tuvieron las glosas y los protodiccionarios, como el Códice 46. No hay que olvidar que las lenguas romances primero se hablaron y que la creación de sus escrituras fue un proceso que llevó siglos, en el que participaron estudiosos de muchos lugares. Hoy, el español es utilizado por 580 millones de personas, lo que le convierte en el “segundo idioma de comunicación internacional” en todo el mundo según el estudio ‘El español en cifras’ del Instituto Cervantes.

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La batalla entre el latín y el romance

El latín dejó de ser la lengua materna de los pueblos peninsulares a partir del siglo VI. La gente normal, la de la calle, empezó a hablar en romance (que no español o castellano) con sus variantes geográficas. En ese momento no existía su versión escrita, que aún tenía que “inventarse”. Javier García Turza tira del hilo de la Historia y de sus investigaciones para contextualizar el descubrimiento de las Glosas Emilianenses en los Monasterios de Suso y Yuso, en San Millán de la Cogolla, considerado tradicionalmente la cuna del castellano.

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Qué son las Glosas Emilianenses

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Vistas del Monasterio de Yuso desde la Hospedería La Calera.

Aunque todos los hombres de la Iglesia, el clero secular y los monjes hablaban latín, parece ser que los sectores laicos estaban cerrados a la latinidad. Pese a ello “la sociedad solía funcionar con el latín” porque sus hombres instruidos estudiaban gracias a la Iglesia, que era “la única con capacidad para ello”. Esa capacidad educativa, esos fondos culturales y ese tiempo para el estudio propiciaron que fuera en los monasterios donde empezaran a pensar en trasladar al papel lo que desde los siglos IX-X era “la lengua materna de los distintos territorios” definida “por su pertenencia a los ámbitos políticos que los albergaban.” Es decir, que dependiendo de dónde se desarrollara, el romance se transformó a una velocidad determinada y con unas u otras influencias.

Las Glosas Emilianenses serían los primeros intentos escritos por traducir textos en latín al romance, que todavía carecía de una versión escrita ortodoxa. Quien hiciera esas anotaciones (las glosas son notas sueltas) fue pionero en la creación de un romance escrito, que luego siguió desarrollándose durante siglos. Pero igual que resulta imposible determinar dónde y cuándo exactamente nace un idioma, las Glosas Emilianenses tampoco indican con total concreción el momento o el lugar exactos en los que el romance comenzó a existir o a usarse. Las Glosas Emilianenses no nos informan ni del momento ni del lugar exacto en que comienza a existir el romance.

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El castellano evolucionó más rápido

Como ya hemos visto, el latín va transformándose en diferentes versiones de dialectos romances, cada uno distinto según la zona de la Península Ibérica en la que se use. Entre todos esos dialectos, el que hoy denominamos “castellano” fue el que más rápidamente evolucionó y mostró unas características distintivas o, como dice García Turza, “una poderosa individualidad” con respecto a los demás. “El dialecto navarro-aragonés se asemejaría al de León, aunque es más tosco y más enérgico, quizá por el primitivo fondo vasco de la zona pirenaica. Además, está menos ligado que el leonés a tradiciones del pasado y más a particularidades locales. Por otra parte, Navarra y Aragón experimentaron la influencia del Mediodía francés.” Tenemos que pensar en un crisol idiomático que tenía “muchos más elementos semejantes que diferentes, de tal manera que los hablantes romances de las diferentes zonas ibéricas se entenderían sin aparentes problemas entre ellos.”

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Cómo empieza a escribirse el castellano

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Biblioteca del Monasterio de San Millán de la Cogolla en La Rioja

Ya tenemos los primeros mimbres para poder comprender mejor dónde nace el castellano. Conseguir que el romance hablado se escribiera exigía una mente pensante lo suficientemente preparada como para idear las grafías que representaran los sonidos. Ahora eso nos parece fácil pero en ese momento no lo era tanto. Como la Iglesia era la institución que más posibilidades de formación ofrecía, parece lógico pensar que esa persona -o personas- sólo se podrían encontrar en los monasterios. Quienes se pusieron a ello sudaron, casi literalmente, tinta.

De entre todos los monasterios de la Península Ibérica, el de San Millán de la Cogolla fue uno de los privilegiados, como explica el profesor García Turza. “A nadie se le oculta que el convertir en códigos gráficos (caracteres escritos) los signos fónicos (el habla propiamente dicha) no era tarea de gente inculta; de ahí que la gestación de una lengua escrita vaya a suponer un desarrollo intelectivo elevado, que encontraría su marco adecuado en un centro consagrado al estudio, con una espléndida biblioteca y un gran escritorio, y situado en un lugar estratégico. Y estos elementos no habrían podido darse en cualquier centro religioso, sino en aquel que gozase de la protección continua de los monarcas. Este es el caso de San Millán de la Cogolla. También debo advertir que en lengua vulgar se debían de resolver dificultades muy concretas, como la de ser capaces de anotar los sonidos de las lenguas medievales con un alfabeto creado más de mil años antes para el latín arcaico.” Con tantas dificultades, el proceso de poner por escrito el romance hablado llevó varios siglos. Hasta el XIII “el latín seguirá siendo la escritura dominante”. En época de Alfonso X se aceptó por fin “el romance en su variante escrita”, aunque la creación de “unas tradiciones escriturales más o menos estables” no concluyó, por decirlo de alguna manera, hasta el siglo XV.

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Por la cuna del castellano es San Millán

Las Glosas Emilianenses no fueron las únicas, aunque sí las más conocidas. Además, muchos expertos les conceden un gran valor por la calidad y la variedad de las ideas que reflejan, porque quienes las hicieron no se limitaron a ‘traducir’ cuestiones prácticas del día a día, como sucede con las glosas de la Nodicia de Kesos de León, sino que las usaron para hacer comprensibles cuestiones de orden espiritual, más abstractas y, por lo tanto, más complejas. Por todo ello se ha considerado que las Glosas Emilanenses justifican que San Millán de la Cogolla sea considerado el lugar donde nació el castellano.

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Código 46: el diccionario desconocido

Si atendemos a la signatura de la Real Academia de la Historia, el Códice 46 es anterior a las Glosas Emilianenses y Silenses y a la Nodicia de Kesos. Ese códice fue “redactado”, explica el profesor riojano, “en el escritorio de San Millán de la Cogolla en el año 964 (la fecha está recogida en el colofón)”.

Javier García Turza, junto a su hermano Claudio, ha encabezado el estudio de los Glosarios altomedievales como éste. Por eso sabe bien que “su importancia no radica sólo en la antigüedad, si no en su contenido, “un diccionario latino-latino, impregnado de palabras y frases romances o romanceadas, por lo que se convierte en un instrumento imprescindible para el conocimiento de los orígenes de la lengua española. Su contenido recoge unas cien mil acepciones y más de diez artículos”, muchos de los cuales “sirvieron de modelo para la copia y transmisión de las glosas hispánicas, tanto de las Emilanenses y Silenses como de otras recogidas en distintos códices: imaginaros a un alumno actual de cualquier asignatura. Cuando en su manual aparece una palabra que no conoce, recurre a un diccionario para consultar su significado. De este modo, las Glosas Emilianenses serían el manual; el Códice 46, el diccionario.”

Pero además, el Códice 46 también “recoge numerosas glosas escritas en alemán, lo que le convierte en un precioso instrumento para el conocimiento de las glosas germánicas. No descarto”, añade, “que en un futuro cercano se dé un salto cualitativo importante y que se puedan determinar con certidumbre las fechas en que se escribieron tanto las Glosas, como la Nodicia o el Cartulario de Valpuesta, lo que no quiere decir que sea fácil, dado que los fondos antiguos de nuestros archivos han sido estudiados. Pero jamás debemos dar por zanjado un tema de estudio; la investigación es algo vivo y en constante cambio.”

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Intereses en ubicar dónde nació el castellano

¿Y por qué el público en general no tiene ni idea de la importancia del Códice 46? Porque “el imaginario colectivo, en especial el que sale de los discursos de los políticos y de las plumas de los periodistas, todavía sigue anclado en las Glosas Emilianenses. Me temo, aunque esto es un presentimiento personal, que será improbable, por no decir imposible, que estas tendencias cambien. En cualquier caso, un estudio definitivo del tema de los orígenes de la lengua romance escrita pasaría por aunar las voluntades de los estudiosos de los distintos territorios, en especial los del antiguo Reino de Castilla, porque no hay que olvidar que los recelos de carácter regional no son positivos para los fines que queremos alcanzar. No hemos de olvidar algo obvio: aunque la importancia de los textos hallados sea, sin duda, mayor en (los de) San Millán, estas tendencias a escribir en lo que se llamará romances arraigan fuertemente en La Rioja y Castilla, esto es, en los alrededores de San Millán, Cardeña, Silos y quizá Oña, Burgos e incluso más al oeste”, argumenta García Turza.

Los mismos intereses políticos han influido en que el término más utilizado para referirse al lenguaje de las glosas sea “castellano” y no “romance”, el más correcto desde su punto de vista. Y es que las características lingüísticas de los comentarios o de los artículos (de las glosas o los glosarios) estarían escritos en un registro que tiene elementos riojanos, navarros, aragoneses, también castellanos, etc. Además, hasta 1076, el territorio actual de La Rioja estaba bajo el dominio del Reino de Pamplona. Por lo tanto, sería una enorme imprecisión denominar a estas formas escriturarias castellanas. Ahora bien, esto no quiere decir que nuestros próceres, animados de un espíritu claramente nacionalista, se hayan dejado llevar por sus ánimos y utilicen constantemente la voz ‘castellano’. Como posible justificación, podríamos pensar en que metan en el mismo saco la labor de aquellos primitivos escribanos con la de Gonzalo de Berceo. No en vano, a ambos sucesos les separan tres siglos, y para cuando escribe su obra este poeta, Castilla ya era una imparable realidad. Para este momento, la reconquista está en Andalucía y, como bien sabéis, toda obra de ampliación territorial debe acompañarse de una unidad lingüística”. Gonzalo de Berceo enriquece notablemente de cultismos a la lengua española (…) aportando un valiosísimo vocabulario proveniente del latín que, en gran parte, ha perdurado hasta la actualidad, además de recurrir a fórmulas de la literatura oral tradicional y del Mester de Juglaría. Por todo esto, pasó a ser considerado como el primer poeta de la literatura castellana.”

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7 comentarios
  1. Un tema interesantísimo y sobre el que pocas veces reflexionamos. La lengua se construye día a día y evoluciona con las sociedades. buena entrevista y matizaciones sobre el uso de “castellano”, que tantas ampollas levanta, en España y fuera de ella.

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