A la hora de analizar cuál es el origen del castellano hay que tener muy presente la importancia de las Glosas Emilianenses, uno de los primeros intentos, en forma de anotaciones, de trasladar el romance hablado a la escritura. Hubo más glosas en toda la Península Ibérica, como las Glosas Silenses, que también son muy conocidas, o como la Nodicia de Kesos. Todas están vinculadas a monasterios porque eran focos de formación, gozaban de protección real en mayor o menor medida y contaban con archivos o bibliotecas y el material necesario para escribir. Las Glosas Emilianeses se vinculan a San Millán de la Cogolla, en La Rioja actual, y son una de las razones por las que tradicionalmente se ha considerado que allí está la cuna del castellano.
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Qué son las Glosas Emilianenses
Las Glosas Emilianenses son unas anotaciones hechas en romance que los monjes anotaron en los márgenes de los textos en latín, con dos objetivos fundamentales, como explica Javier García Turza, profesor titular de Historia Medieval en la Universidad de La Rioja. Por un lado, indica, las Glosas Emilianenses tenían como finalidad “enseñar mejor el latín a los alumnos romances o vascuences que no lo dominaban”; por otro, esas anotaciones aspiraban a evangelizar, porque “el tema de que tratan los aspectos glosados encamina hacia la concepción de un monje predicador que glosa para aclarar un pasaje del que ha de servirse en su tarea pastoral. Los textos en los que aparecen mayor número de glosas son una meditación sobre las señales que precederán al Juicio Final (glosas 11-29) y, sobre todo, los sermones de Cesáreo de Arlés, destinados al adoctrinamiento de las gentes. En cuatro de estos sermones aparecen ciento dieciséis glosas (de la 30 a la 145)”.
Dónde aparecen las Glosas Emilianenses

El conocimiento se conservaba y se impartía en los monasterios. Por eso, las glosas se han encontrado en estos recintos espirituales, a los que acudían a estudiar las clases pudientes de la época. Pero no todos los monasterios tenían la misma importancia. El Monasterio de San Millán, por ejemplo, gozó de una protección real constante, lo que contribuyó al desarrollo de un trabajo intelectual más prolongado e intenso. Pero en el transcurso del tiempo, muchos de los códices en los que fueron escritos las Glosas Emilianenses fueron trasladados a otros lugares de la Península Ibérica.
Cuándo fueron escritas las Glosas Emilianenses

Las Glosas Emilianenses fueron escritas en un momento en el que el latín ya no era la lengua madre de la población general en la Península Ibérica, aunque se mantenía como lengua académica en los monasterios y centros religiosos en los que se formaban las clases dirigentes.
Las diferentes variantes del romance que fueron desarrollándose en la Península Ibérica -una de las cuales era el castellano- carecían, en un primer momento, de soporte escrito; es decir, se hablaban pero aún nadie había tratado de crear su escritura. Las glosas son una de las primeras manifestaciones escritas del romance que en aquel momento se hablaba en el territorio que hoy conocemos como La Rioja. Entonces, esas tierras pertenecían al Reino de Pamplona y recibían influencias de su entorno regional en todos los sentidos.
Por qué son importantes las Glosas Emilianenses

No es casualidad que las Glosas Emilianenses sea unas de las más conocidas. Grosso modo, podemos decir que eso se debe a su abundancia, a su calidad, a su carácter pionero y a los temas que abordan.
En cuanto a la abundancia, ya hemos dicho que sólo en cuatro sermones se han localizado cerca de 160 glosas. Al analizar su calidad es necesario mencionar también la complejidad de los temas que las Glosas Emilianenses intentaban hacer asequibles a los estudiantes de San Millán de la Cogolla, más familiarizados con el romance que con el latín. “Esa temática espiritual, casi abstracta, más difícil de traducir, hace que las Glosas Emilianenses tengan mayor trascendencia que otras anotaciones anteriores en el tiempo, como la Nodicia de Kesos de León” (datada entre los años 974 y 980), un inventario de quesos, algo más elemental que hizo un monje muy práctico. “Sin intentar rebajar ni un ápice la importancia de este texto, entiendo que las dificultades de los monjes a la hora de comentar las Glosas Emilianenses debería ser mayor, ya que los contenidos a glosar eran complejos y dedicados a funciones de mayor relevancia”, plantea García Turza. “En cualquier caso, todos los términos romances resultan preciosos para entender el proceso de escritura en la lengua madre.” Aunque el proceso constructivo de las glosas es general y no se produce de forma exclusiva en La Rioja, “hemos demostrado que en San Millán no sólo se encuentran los textos considerados como más antiguos, sino que, al día de la fecha, allí se escribieron los de mayor trascendencia y en un número muy superior a los restantes.”
Cómo las Glosas Emilianenses han llegado a nosotros
Si tenemos en cuenta su antigüedad, la fragilidad del soporte en el que fueron escritas y los avatares por los que ha atravesado el actual territorio riojano, sin olvidar los procesos desamortizadores y de persecución religiosa, cabe preguntarse cómo han llegado las Glosas Emilianenses hasta nuestros días. En 1820 se produjo una primera exclaustración de los monjes de San Millán de la Cogolla, que supuso la salida de los códices hacia Burgos. Tres años más tarde, en 1823, 75 de esos códices regresaron. En 1835 se produjo la desamortización de Mendizábal, que conllevó el abandono del monasterio y su inevitable destrucción. “Es en aquel momento”, explica Javier García Turza, “cuando los fondos monásticos salen hacia Burgos, después hacia Madrid, y desde mediados del XIX se albergan en la Biblioteca de Real Academia de la Historia.”
Cómo se hacen famosas las Glosas Emilianenses
La popularidad de las Glosas Emilianeses tuvo dos fases. La primera de ellas comenzó con la publicación de “Glosas Emilianeses”, de Ramón Menéndez Pidal en los preliminares de su obra “Orígenes del Español”. La segunda fase en el salto a la fama de las Glosas Emilianenses se debe a los estudios, con motivo de la celebración del 15º centenario del nacimiento del Santo Millán, en el año 473, y de la solemne fiesta del así llamado “Milenario de la Lengua castellana”, en noviembre de 1977.