Los ciudadanos, en general, tenemos poca idea de qué son los virus, cuántos hay, desde cuándo se estudian, cómo funcionan y, sobre todo, cómo surgen, evolucionan y nos afectan. Por eso, “Un planeta de virus” de Carl Zimmer (Capitán Swing) es una lectura imprescindible. Tendría que haberlo sido en condiciones normales, pero ahora que nos devanamos los sesos tratando de comprender qué es el coronavirus, de dónde sale y por qué nos afecta, “Un planeta de virus” es más recomendable todavía para perfilar su contexto.
Con un estilo próximo y didáctico, Zimmer va recorriendo la larguísima historia de los virus, el breve tiempo que llevamos investigándolos y la gran variedad de virus con los que compartimos la vida. Están por todas partes y a medida que los científicos se aventuran en los nuevos espacios que aún queda en el Planeta (simas abisales y océanos incluidos), van descubriendo más. Ahí están, por ejemplo, los virus gigantes con los que Zimmer cierra este ensayo, al que parece que seguirá otro específico sobre la COVID19.

“Planeta de virus” también repasa algunos de los virus más conocidos, como el del papiloma humano (tercera causa de muerte entre mujeres sólo superado por los cánceres de pecho y de pulmón) o el virus que genera el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, SIDA, que los científicos tardaron 30 años en rastrear adecuadamente. El resfriado común y las gripes también tienen sus páginas en “Planeta de virus”, igual que el H1N1 y el ébola, cuya detección data de 1.976 pero que experimentó un rebrote alarmante -aún activo- en 2016. Precisamente el virus del ébola sirve para que Zimmer explique cómo un virus puede extenderse de pronto por razones exógenas, vinculadas e influidas por las rutas migratorias, la movilidad y las exportaciones.
La complejidad de los factores que influyen en la aparición y detección de nuevos virus letales, en su control y en su salto de animales a personas sobrevuela todos los capítulos de “Un mundo de virus”, como si Zimmer quisiera, en última instancia, hacernos ver la imposibilidad de considerar “controlado” un universo tan complicado de ver como de comprender: fueron necesarios tremendos esfuerzos de filtrado para detectarlos antes de que existieran microscopios lo suficientemente potentes como para certificar su presencia y nuestra relación con ellos es de tanto odio como amor, puesto que a muchos de ellos los necesitamos, y parece que necesitaremos a no tan largo plazo.
Aunque no pueda darnos una respuesta categórica sobre prácticamente nada, Zimmer trata de acercarnos la complicada red en la que vivimos y de la que no podemos desentendernos, aunque en las sociedades industrializadas nos hayan hecho creer que la bonanza económica y la tecnología nos mantendrían a salvo de las epidemias.