La región española de Cataluña celebra el 11 de septiembre la Diada, es decir, el día festivo de la comunidad autónoma. La jornada se aprovecha para resaltar la interesante cultura catalana, herencia del reino medieval de Aragón, y para reivindicar la pérdida de sus privilegios históricos hace tres siglos.
Sin embargo, esta fecha también se viene utilizando en los últimos años como altavoz para mantener determinadas posturas políticas, entre ellas la independencia de Cataluña de España y su configuración dentro de Europa como nuevo estado. Por ello no hay que confundir la Diada con la historia de Cataluña.
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Cómo nació Cataluña
En el siglo XV, la región que hoy comprende Cataluña estaba integrada en el reino de Aragón, donde también se incluía la actual comunidad autónoma del mismo nombre, el reino de Valencia (hoy Comunidad Valenciana) y el Reino de Mallorca (Islas Baleares). Cataluña era un principado dentro de un reino mayor y bajo el madato de un mismo monarca.
Hasta ese momento, cada una de las regiones que formaban el Reino de Aragón habían mantenido sus propias instituciones políticas y jurídicas, un aspecto muy relevante que se continuaría en la futura España de los Reyes Católicos y hasta el año 1714.
El propio reino de Aragón fue en su origen un condado hasta 1035, lo que da idea de cómo se fueron configurando estas regiones a medida que avanzaba la Edad Media. Es decir, que su historia está caracterizada por la conservación de la identidad de cada uno de los pueblos que la formaban, pero reunidos bajo un mismo monarca que les llevaba a participar en empresas comunes, sobre todo desde el punto de vista exterior.
En lo que atañe sólo a Cataluña, el principado autónomo surge como consecuencia de la desintegración del Imperio Carolingio en el siglo X, que dio origen a lo que se conoce como Cataluña Vieja y que extendía su influencia dese los Pirineos hasta el curso bajo del río Llobregat. El conde de Barcelona era el príncipe y a partir del siglo XII también asumió el título de rey de Aragón, al producirse la unión dinástica con Aragón.
Es así como los designios de Cataluña se unen a los de otro reino para configurar una entidad política mayor, aunque se respetasen las tradiciones e instituciones de cada lado. La importancia de la población catalana ha sido máxima, por ejemplo, porque parte del Reino de Valencia surgiría debido a la repoblación llevada a cabo por catalanes y aragoneses en las tierras reconquistadas a los musulmanes.
En esta situación se llega al año 1469, cuando se produce el matrimonio entre Isabel I, reina de Castilla (no sin luchas internas dentro de su propio reino) y Fernando II, rey de Aragón, los conocidos como Reyes Católicos. En contra de lo que muchos creen, la unión dinástica no trajo consigo la unión institucional y de reinos. Tanto Castilla como Aragón siguieron existiendo como entidades políticas independientes, con sus organismos de gobierno, legislativos y sociales.
En las capitulaciones matrimoniales antes del enlace entre Fernando e Isabel se dejó claro este respeto institucional y el hecho de que ninguno de los dos reyes tendría fácil el gobierno en el reino vecino en caso de fallecimiento del otro. La verdadera unión dinástica y política se empieza a producir con el ascenso del rey Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, al trono de España y la asunción de los títulos reales de Isabel y Fernando en su misma persona.
Historia de la Diada
¿Qué tiene que ver la Diada en todo esto? De forma directa, poco, aunque desde el plano político, mucho. La muerte del rey Carlos II de España en 1700 sin descendencia que pudiera acceder al trono provocó la Guerra de Sucesión, en la que se enfrentó Felipe de Anjou, de la dinastía Borbón francesa, contra el Archiduque Carlos, descendiente de la casa austriaca Habsburgo, reinante hasta ese momento en España.
Ambos beligerantes reclamaban derechos sucesorios, puesto que sus padres y madres estaban emparentados con la corona española. Tras 13 años de guerra, Felipe de Anjou ganaría la contienda y el 11 de septiembre de 1714 sus tropas entraron en la sitiada Barcelona, uno de los últimos bastiones que oponían resistencia. En este punto hay que decir que los territorios del antiguo reino de Castilla se habían posicionado a favor de Felipe de Anjou en la guerra, mientras que los territorios de la antigua corona de Aragón (en la que se incluía Barcelona) estaban a favor del Archiduque Carlos.
El ascenso de Felipe de Anjou al trono como Felipe V trajo la asimilación de todos los territorios de España bajo unas mismas leyes y estructura de Estado definidas en los Decretos de nueva planta. Algunos han querido ver en esta decisión un castigo a las regiones que se opusieron al nuevo rey y, aunque es posible, lo cierto es que la tradición francesa era la del centralismo político.
De esta manera, las instituciones de Cataluña y sus privilegios fueron abolidos y se produjo una centralización de la vida política en la Corte. No obstante, las formas políticas catalanas no habían llegado hasta el siglo XVIII intactas. Muchas de ellas estaban en desuso, se habían actualizado o se habían abolido por diversos motivos.
Cuando Cataluña se formó como comunidad autónoma en el nacimiento del Estado democrático español de 1978, el Gobierno catalán decidió que el 11 de septiembre sería la Diada, como forma de reivindicar la pérdida de autonomía política que se produjo con la llegada de Felipe V y la derrota en la Guerra de Sucesión.
Hasta el año 1714, Cataluña había sido respetada en su ámbito político por los diferentes reyes españoles (que también lo eran de Aragón y, por lo tanto, de Cataluña). No existía una oposición dentro de la propia Cataluña a su presencia en la entidad española (es difícil hablar de que entonces hubiese un Estado español tal y como hoy lo entendemos).
El uso de la historia para oponer la realidad Cataluña-España vino mucho después, en el siglo XIX, con el surgimiento del catalanismo. Sin embargo, la realidad histórica es otra. Cataluña existió como entidad política independiente en la Edad Media y el Renacimiento, pero integrada en un reino que a su vez se incluyó en otro mayor tras el enlace de los Reyes Católicos.
Al margen de la tergiversación histórica que se hace, el nacionalismo, en general, realiza una idealización del pasado que no suele responder ni a los hechos recogidos en los libros ni al día a día de las personas. Por no hablar de la negación que supone a algunos de los principales valores alcanzados en el siglo XXI a costa de muchos sacrificios y a pesar de muchos otros inconvenientes: superación de fronteras culturales, recolocación del individuo como ciudadano del mundo, etc… No hay nada de malo en sentirse parte de una comunidad (el ser humano es gregario por naturaleza) pero quizá el error radique en la construcción de ese grupo, más o menos grande o consolidado, en contraposición a otros, sintiéndose agredido permanentemente, reclamando unas realidades que, de suceder como dicen, lo hicieron hace tanto que han quedado desactualizadas. El ejercicio de contemporizar es obligatorio para seguir evolucionando, entre los dirigentes, del tipo que sean, y la sociedad civil. O remamos todos en el mismo barco o nos vamos, antes o después, a pique, económica pero también social, cultural y humanamente…