BARCELONA-PLAZA-ESPAÑA

La decadencia de quien formaba la burguesía catalana

Un libro documenta quién forma la burguesía catalana y cuáles son las claves de su decadencia tras el ‘procés’ independentista.

Los principales apellidos de la burguesía catalana atraviesan un periodo de decadencia desde mucho antes del procés catalán, el movimiento que llevó a declarar la independencia de Cataluña de España en 2017. Es la conclusión del periodista Manel Pérez, que disecciona a este cuerpo de patricios en su libro La burguesía catalana. Retrato de la élite que perdió la partida (Península, 2022).

La burguesía catalana, como cualquier otra burguesía de España y del mundo, construyó su riqueza sobre los hombros de los trabajadores. Para ello se aprovechó de las condiciones laborales y económicas de finales del siglo XIX y del siglo XX. Hasta aquí, nada nuevo en las principales familias catalanas, pues no hicieron otra cosa que no realizasen sus homólogos en Madrid, Galicia o Murcia, por poner varios ejemplos.

En lo que respecta al libro de Pérez, lo relevante es que la burguesía catalana ha perdido su importancia política y económica dentro de España. Y ello a pesar de que algunas de sus familias son propietarias (o han sido) de empresas como Codorniú. Como siempre, los burgueses ricos no son los grandes propietarios o directivos de las empresas del Ibex español. Son personas casi siempre anónimas que poseen empresas textiles, alimentarias, industriales de menos neón, pero más rentabilidad.

Esta decadencia de la influencia de las élites catalanas se ha producido por dos motivos fundamentales. El primero ha sido el doble juego que han mantenido con respecto a las posturas independentistas, cuando éstas se hicieron más evidentes a partir de 2010. En este sentido, la burguesía catalana histórica siempre ha sido conservadora y nacionalista, ha optado siempre por un pacto fiscal con el Estado español, más que por la independencia.

Pero también es cierto que, cuando la política independentista empezó a ocupar cargos en las instituciones catalanas, prefirieron pastelear con los políticos en vez de enfrentarse abiertamente. Cuando se dieron cuenta, la demagogia política se transfundió a la sociedad y las reivindicaciones populares les superaron con creces. ¿Quién paraba al monstruo? La cara más visible de todo ello fue el referéndum del 1 de octubre de 2017 y la desmedida actuación policial contra las personas que votaban en una convocatoria sin validez. Imágenes de otros tiempos.

La segunda causa de esta decadencia ha sido la pérdida de fortaleza financiera. Cataluña ha parido dos de las principales instituciones bancarias españolas: La Caixa y Banco Sabadell. La crisis de 2008 acabó con las cajas de ahorros, coto para desmanes políticos, de la que La Caixa era uno de los principales exponentes y que tuvo que reconvertirse en banco (Caixabank). La declaración de independencia catalana obligó a estas entidades financieras, como a otras empresas, a abandonar Cataluña por la sangría de fondos diarios que sufrían debido a la inseguridad jurídica.

Aunque los principales bancos catalanes han servido para financiar las aventuras empresariales de la burguesía catalana, lo cierto es que esa burguesía ha tenido poco control de estas entidades. Su marcha de Cataluña sirvió para finiquitar lo poco que quedaba de su influencia económica en el resto de España.

Manel Pérez explica todo ello en su libro con un repaso de los principales centros de reunión y poder de la burguesía catalana. De esta manera, Pérez detalla quién es esa burguesía catalana con nombres, apellidos y empresas. El Cercle d’Economia ha sido el principal lobby que ha agrupado a las familias burguesas catalanas y que ha servido como instituto de pensamiento político y económico de la burguesía. Sin embargo, la burguesía más añeja se concita en el Círculo Ecuestre.

El periodista del diario La Vanguardia también aborda otros temas relevantes para entender cómo han funcionado quienes formaban la burguesía catalana. Por ejemplo, el Plan de Estabilización de 1959, que idearon los estadounidenses, y que ayudó al franquismo a salir de la autarquía económica y a poner las bases de una economía liberal de mercado. Este plan fue desarrollado por tecnócratas catalanes. También la influencia del pujolismo, de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y de cómo el independentismo ha ido copando instituciones (como la Feria de Barcelona) que eran coto de esta burguesía.

En el libro sobrevuela una forma de hacer las cosas que da idea de la calidad de la democracia española. Se trata del conchabeo continuo entre el poder empresarial y financiero con el político. Tanto los representantes públicos catalanes como los españoles se han plegado de forma constante a los intereses del empresariado (no sólo el catalán) en las leyes que aprueban y en la distribución de dinero público.

Con ello, el valor de la democracia, la representación de la soberanía nacional por el cuerpo político, pierde toda su razón de ser. Los pasajes en los que Josep Vilarasau, histórico director general de La Caixa, hacía que los consejeros del Gobierno catalán fuesen a su despacho todas las mañanas para decirles en qué proyectos invertiría dinero la obra social de la caja de ahorros son demostrativos de esta subordinación de la política a las fuerzas financieras. No es sólo un problema catalán, sucede en toda España.

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