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Los secretos de la Colegiata de San Isidoro de León

Los secretos que hacen única a la Colegiata de San Isidoro de León: su Panteón Real, Capilla Sixtina del Románico; su claustro románico, la Campana Laurentina y el Cáliz de Doña Urraca.

Uno de los mejores cosas que hacer en León es visitar la Colegita de San Isidoro. Es un lugar fundamental en la Historia, porque aquí fue donde León se convirtió en cuna del Parlamentarismo. Además, su Panteón está considerado la “Capilla Sixtina del Románico”. El Calendario agrícola de San Isidoro de León es el mejor conservado y más famoso de España.

Origen del nombre de la Colegiata de San Isidoro

Entrada de la Colegiata de San Isidoro de León, paso obligado para los peregrinos que transitan por el Camino de Santiago
Las pinturas del Panteón de la Colegita de San Isidoro de León están consideradas como la Capilla Sixtina del Románico español.

La Real Colegiata de San Isidoro de León lleva el nombre de Isidoro de Sevilla, arzobispo de aquella ciudad andaluza durante 37 años, canonizado y considerado Doctor Universal de la Iglesia, cuyos restos fueron trasladados por Fernando I en el 1063 para dar empaque a la capital del reino y a la basílica que levantaba, consagrada ese año y de la que sólo se conservan dos muros y una puerta, hoy tapiada.

Hasta el siglo XVII, la Colegiata de San Isidoro de León fue conocida como Colegiata de San Isidro, como deja patente este extracto de La pícara Justina, de autor desconocido, fechado en 1605: “Si yo fuera muy devota, en lo que yo me había de ocupar era en ver a San Isidro* de León, pues aquella casa, en reliquias preciosas, es una Jerusalén; en indulgencias, una Roma; en grandeza de edificios, un Panteón; en religión, la anacoreta; en coro, un cielo; en el culto divino, riquezas, brocados, plata y oro, un templo de Salomón.”

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El Panteón Real de la Colegiata de San Isidoro de León

El personaje de Marcial en la Última Cena del Panteón de la Colegiata de San Isidoro de León es resultado de las influencias francesas que llegaban a través del Camino de Santiago.

“Qué reyes medievales europeos tienen un panteón como éste”, murmura Maite, mientras gira sobre sus pies, con la cabeza alzada hacia los frescos románicos que transforman el techo del Panteón Real de San Isidoro en un libro abierto y misterioso, lleno de símbolos apenas descifrables para el personal del siglo XXI. Hubo un tiempo en el que apenas se podían dar dos pasos seguidos en esta cripta, tantas eran las tumbas de reyes, infantes y condes que aquí se acumulaban, hoy uno de los secretos de la Colegiata de San Isidoro de Léon, una ciudad cuya Historia está marcada por su consideración de cuna del Parlamentarismo de Europa, por las Cortes convocadas en 1188. Mucho trabajo debieron de tener las tropas napoleónicas cuando decidieron expoliarlas y convertir este espacio en caballeriza; más el que asumieron los científicos que, siglos más tarde, 1997, trabajaron en la identificación y sepelio de los restos conservados.

Sobre las cabezas de vivos y muertos, un universo de rojos y negros, de colores cálidos y miradas ojipláticas. Todas originales. La del Pantocrátor bendiciendo o la de Marcial, personaje que demuestra las influencias francesas que llegaban con los primeros peregrinos hacia Santiago, que sirve el vino de la Última Cena en una copa muy parecida a la que se expone unos metros por encima, en el segundo piso de la Torre del Gallo, técnicamente conocida como el Cáliz de Doña Urraca, aunque “mucha gente viene hablando del Santo Grial”, añade Maite.

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Cáliz de Doña Urraca, ¿el Santo Grial?

Los estudios de 2010 llevados a cabo por Margarita Torres y José Miguel Ortega del Río (autores del libro Los reyes del Grial) a raíz del descubrimiento de unos documentos egipcios, apuntan a que esta copa es la que se veneraba como tal en Jerusalén desde el siglo IV d.C. El equipo de la Colegiata de San Isidoro de León ratifica que “el soporte documental que tiene este cáliz no lo tiene ningún otro.” Ni siquiera el de Valencia. De hecho, Torres afirma que “el cáliz que se veneraba como el de Cristo es el de San Isidoro”. 

Pero más allá de la fe, el cáliz, que fue un encargo de Doña Urraca, hija de los reyes Fernando y Sancha,  impulsores, entre otros asuntos, de la Iglesia y del Panteón de San Isidoro de León y de su taller de marfil, del que salieron obras de arte pioneras como el Crucifijo de Don Fernando y Doña Sancha, el primero que representa a un Crucificado en el Románico español y que hoy se custodia en el Museo Arqueológico Nacional, es una auténtica obra de arte para la que la infanta donó sus joyas personales. El mismísimo Saladino la reclamó porque creía que podría ayudar a sanar a una de sus hijas. Ver el cáliz, brillante, flotando en la oscuridad de la cámara de San Isidoro de León, produce una sugestión especial, se tenga más, menos o nada de fe, no en vano se trata de uno de los objetos más legendarios de la Historia.

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El Tesoro de la Real Colegiata de San Isidoro de León

Pero los secretos de la Colegiata de San Isidoro de León –de San Isidro en el siglo XVI- también son opacos. En el Tesoro, junto al Cáliz de Doña Urraca y las arcas y arquetas, pedazos de tela arrebatados al tiempo, de pendones y vestidos, telas sacras o adornos profanos, vehículos de transmisión de imágenes y tradiciones poco valorados pero tan interesantes como los que llevan engarzadas piedras preciosas. Más abajo, la Biblioteca, un envoltorio renacentista con el que se protegen los más de 2.000 volúmenes que, entre incunables, pergaminos, códices y otros volúmenes, han llegado hasta nosotros desde, aproximadamente, el siglo XII. Milagros de cuero y colores minerales, escritos e iluminados a mano, durante meses… Y que sólo fueran siete, como el caso de la Biblia románica del siglo XII parece casi un milagro del talento monacal. Cuando uno repasa los anaqueles debe pensar, está obligado a ello, en el viaje increíble que  han realizado hasta nuestro tiempo, superando incendios, pérdidas, destrucción… Y en la labor minuciosa y lenta, sin luz eléctrica o calefacción central, que suponía obtener primero las materias primas indispensables para su ejecución y luego su combinación acertada.

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La Campana más antigua de Europa

En un silencio elocuente está también suspendida la Campana Laurentina, la más antigua de España. Fundida y tallada en el año 1086, su cuerpo de tulipán invertido ya no tañe en lo alto de las torres leonesas pero custodia un claustro que, también de manera discreta, es un espacio único en el mundo.

Historias, curiosidades, pinceladas que rompen la monotonía de la piedra, que contextualizan los espacios y devuelven a la vida a quienes, antes que nosotros, los habitaron y pasearon.

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Real Colegiata de San Isidoro de León, cuna del Parlamentarismo

La Biblioteca de la Colegiata de San Isidoro de León conserva algunos ejemplares únicos en la Historia.
La Biblioteca de la Real Colegiata de San Isidoro de León conserva manuscritos milenarios.

La UNESCO ha reconocido a la ciudad de León como “Cuna del Parlamentarismo” y “Memoria de la Humanidad” por considerar que su Carta Magna, derivada de las primeras Cortes Parlamentarias jamás constituidas en Europa, es el “testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo.”

Fue en el claustro de la Real Colegiata de San Isidoro de León -el de estilo románico más antiguo de España- donde se convocaron las primeras Cortes parlamentarias de Europa, 27 años antes que en Westminster.

Evidentemente, el espíritu de aquellas primeras Cortes parlamentarias leonesas estaba todavía alejado del concepto que hoy tenemos de participación ciudadana pero el hecho de que Alfonso IX, con 19 años mucho más veteranos que los de ahora, reuniera a representantes del pueblo, junto a nobles y eclesiásticos, da una idea de los haces de luz que el Reino de León arrojó en una época tradicionalmente considerada oscura y bárbara… Aunque lo hiciera con intereses económicos… Cosa que tampoco ha cambiado tanto en realidad…

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Dónde está la Colegiata de San Isidoro de León

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6 comentarios
  1. Salimos de la colegiata con la boca abierta y pensando que habíamos visto una maravilla, meses más tarde, ese sentimiento continua bien presente. Magnífica entrada 😉

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