El mapa fantasma, lecciones de la peor epidemia de cólera de Londres

El mapa fantasma es un magnífico ensayo que explica cómo se resolvió el peor brote de cólera de Londres del siglo XIX y qué pueden aprender las ciudades del siglo XXI

En 1854, Londres padeció la peor epidemia de cólera de su historia.

Aunque no sería la última, sí fue la que marcó un punto de inflexión en el estudio de su origen y erradicación.

En “El mapa fantasma” (Capitán Swing, 2020), el escritor científico Steven Johnson rememora la extraordinaria investigación desarrollada por dos hombres completamente diferentes y, en principio, alejados social, ideológica y profesionalmente entre sí.

La búsqueda de respuestas y soluciones terminó uniéndoles a pesar de todas las diferencias.

Esos hombres fueron John Snow, uno de los mejores anestesistas de la época, y el reverendo Henry Whitehead, cuya extraordinaria capacidad para el trabajo de campo permitió explicar, entre otros asuntos, por qué el cólera no se había cebado con las viudas ancianas pero sí con los niños de Broad Street.

Ambos lograron encontrar los problemas subyacentes a la epidemia, recurrieron a los datos y cambiaron la forma de pensar a nivel sanitario y urbanístico.

Su experiencia, dice Johnson, es una lección para las ciudades y los ciudadanos de la actualidad y del futuro.

Aficionados multidisciplinares

Snow y Whitehead encarnaron la combinación perfecta de conocimiento técnico y trabajo a pie de calle.

Formaron, sin pretenderlo, lo que ahora llamaríamos un “equipo multidisciplinar” de aficionados, como recalca Johnson, para ensalzar en valor el tesón y la perseverancia que los animó a ir contra la teoría dominante en aquel momento -la miasmática- según la cual las enfermedades se contagiaban por el aire.

Sin ser científico, Whitehead, además, se convirtió en el paradigma que distingue esta disciplina, puesto que abandonó esta tendencia, a favor de la tesis acuática de Snow.

A la larga, sus conclusiones y el mapa de barrios que trazaron para demostrarlas y explicarlas supusieron la victoria del pensamiento crítico frente a la inercia de las tendencias dominantes, apalancadas en sus particulares zonas de confort.

Estaban cegadas, como insiste Johnson, por una idea que impidió que incluso mentes lúcidas como la de Florence Nightingale, pudieran abrir el foco a otras posibilidades.

El telón de fondo de la enfermedad

Johnson disecciona la realidad del Londres victoriano y acompaña los apuntes científicos sobre el cólera y su propagación con los relativos al diseño urbanístico de la ciudad, la distribución social de sus habitantes, las carencias asociadas a la pobreza, la influencia de los prejuicios de clase en el desarrollo de la Medicina y las características una incipiente estadística.

Por eso es posible comprender por qué las conclusiones de Snow y de Whitehead fueron determinantes para la evolución de la ciencia, pero también para la de la ingeniería civil, que aquí se ensalza a través del alcantarillado diseñado por Bazalgette, “una obra tan época y prolongada como la del Puente de Brooklyn o a de la Torre Eiffel”.

El futuro será urbano o no será

Pero “El mapa fantasma” no es sólo un recordatorio de lo que sucedió, sino también una reflexión sobre el presente y el futuro de las urbes del mundo.

“Todas las megaciudades del siglo XXI”, apunta Jhonson, “tendrán que volver a aprender de las lecciones a las que asistió el Londres del siglo XIX”, porque “más de mil millones de personas no tienen acceso a agua segura y “cerca de 3.000 millones no tienen acceso a servicios básicos (inodoros, alcantarillas)”.  

Y tendrán que hacerlo con el mismo enfoque polifacético que fue necesario entonces y con el que se ha escrito “El mapa fantasma”, además de con la solidaridad y la consciencia a las que obliga la hiperconexión global.

La tesis de Jhonson es que el futuro de la Humanidad será urbano o no será, debido a las ventajas medioambientales, económicas y culturales asociadas a las altas densidades poblaciones, siempre y cuando la ciencia consiga resolver los retos que ya tenemos sobre la mesa y los que se puedan presentar en el futuro.

“Por graves que sean las amenazas a las que nos enfrentamos en la actualidad, tendrán solución si reconocemos el problema subyacente, si atendemos a la ciencia y no a la superstición, si mantenemos un canal abierto para las voces disidentes que realmente pueden sugerir respuestas verdaderas”

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