El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa, repasa la azarosa vida del irlandés Roger Casement por su tierra natal, el Congo y la Amazonía.
Novela de viajes, novela vital, novela histórica, novela social o, casi, crónica periodística, El sueño del celta deja un regusto muy amargo y oscuro que a veces evoca El corazón de las tinieblas de Conrad (a quien, por cierto, conoció personalmente) o, incluso, El último rey de Escocia. La tenebrosa realidad que Casement realmente denunció y su compleja personalidad, forjada a golpe de secretos y dualidades, de caras ocultas, falsificaciones y extremismos, pueden llegar a producir aversión; depende, como en muchos otros títulos, del momento existencial en el que uno la empiece. O de lo que haya leído antes de Vargas Llosa. Y no porque La fiesta del Chivo sea inocente. Quizá el hecho de situarle siempre en el continente americano provoque cierto estupor al encontrarle hablando de Europa y, sobre todo, África; como sucede, hasta que uno ya se acostumbra, con el Javier Reverte sinónimo de África que escribe también sobre Alaska o China. En realidad, el error es del lector, por ponerle puertas al campo de la creación…Pero son décadas de costumbre que cuesta sacudirse de encima.
Casement fue uno de los primeros europeos que denunció los abusos del colonialismo en África, concretamente los del Congo Belga, actual República Democrática del Congo, donde el nombre de Leopoldo II todavía pone los pelos como escarpias. Además, le mandaron a Perú para investigar las actividades supuestamente abusivas de algunas compañías caucheras, que tampoco se andaban con chiquitas.
Y por el camino, el funcionario británico de origen irlandés, protagonista de El sueño del celta, acaba abrazando la causa nacionalista y trabajando activamente para conseguir el apoyo alemán durante la I Guerra Mundial. Casi nada. Encarcelado, cayó sobre él la ignominia de la homosexualidad, casi peor, en aquel momento, que la consideración de espía. Más paladas de tierra oscura sobre una existencia marcada desde su nacimiento por el secretismo y las duplicidades, religiosas, personales, sociales, políticas… La oscuridad de la Humanidad y del individuo son las pautas de El sueño del celta.
Como leer a Vargas Llosa siempre es recomendable –y lo pensábamos antes del Nobel y del Hola- El sueño del celta debería figurar en la lista de clásicos, sobre todo en una semana que termina brindando con Guinness para celebrar el Día de San Patricio, que tiene una estrecha relación con España y América, desde los tiempos de la Gran Armada como rememora Reverte, sí, el de África, en otro título de viajes imprescindible, Canta Irlanda.
Qué: El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa
Quién: Alfaguara